lunes, 27 de agosto de 2012

La teología de la caja de chocolate Estudios en 1a de Corintios

Un día usted me compra una hermosa y gran caja de chocolates. Tiene de todos tipos imaginables: los hay con nueces, galletas o caramelo; algunos crujientes, otros suaves; unos con menta, otros no; los hay con pasas, con cerezas o con otras frutas; algunos son de chocolate amargo, otros de chocolate claro y otros de chocolate blanco, o hasta una mezcla. Es su amplia variedad lo que hace que sea tan impresionante, y sin duda alguna, costoso. ¡Que bello regalo!

Pero, ¿que hago? Muerdo uno y al no hallar lo que me gusta, tomo otro. No solo eso, sino que soy tan grosero como para escupir los dulces en la basura mientras usted me ve, y mi rostro refleja el disgusto. Ni siquiera me preocupo por probar los chocolates blancos antes de tirarlos. “Yo solo quiero los de chocolate amargo rellenos con nueces,” digo yo, enojado como si quisiera reprocharle a usted no haberme dado solo de esos. El chocolate gotea de mi boca mientras escupo uno a uno todos esos dulces caros. Hago fuertes ruidos de satisfacción cuando devoro uno del tipo que me gusta.

Tengo la horrible sospecha de que hacemos lo mismo con los dones divinos. Dios nos da una amplia variedad de sus dones. Envía un pastor que no es un predicador profundo pero cuya especialidad es visitar al enfermo y ayudar al necesitado. Envía gente que escribe toda clase de buenos libros. Nos manda maestros y maestras, todos distintos.

El Dios que envió a Pablo a la iglesia de Corinto también envió a Apolos, a Cefas/Pedro y a otros (3:18); rechazar a uno de los siervos fieles de Dios significa rechazar el don de Dios. ¡Que absurdo centrarse solo en Apolos y despreciar, o hasta atacar, a los dos apóstoles enviados por Dios! Quienes se complacen con el que siembra la semilla, también deben darle honor al que riega, o mejor aun, al Maestro que ha enviado tanto al sembrador como al que riega. Los partidarios de Pablo deberían sentarse a los pies de un Cefas y de un Apolos de modo que disfruten todas las riquezas de los dones de Dios.

Obviamente no estoy justificando a los maestros falsos: en este blog he hablado en contra de las versiones falsas del evangelio mesiánico y la doctrina false de rhema. En esta entrada hablo de los maestros y maestras sanos, aunque variados.

Por supuesto, en nuestra experiencia no todo el mundo es un Pablo ni un Pedro ni un Apolos. Existe una gran cantidad de maestros horribles, de escritores pobres y de pastores negligentes. ¡Es la pura verdad! Pero asegurémonos de demostrar aprecio por los dones divinos disfrutándolos tanto como sea posible. Si esto verdaderamente sucede dentro de una congregación, también pasa lo mismo en iglesia tras iglesia, en denominación tras denominación. Si somos bautistas, aprendamos tanto como podamos de nuestros hermanos y hermanas de las Asambleas de Dios. Si somos pentecostales, aprovechémonos de aquellos famosos teólogos presbiterianos. Si somos independientes, apreciemos las denominaciones y viceversa. No nos volvamos tan orgullosos que nos sea imposible admitir que otros también tienen el Espíritu de Dios.

“Así que nadie se gloríe en los hombres; pues todo es vuestro – sea Pablo, sea Apolos, sea Pedro” (3:21-22). Abramos nuestro corazón a todos los dones que Dios nos da, no solo a los que cumplen con nuestros “elevados estándares”.

“La teología de la caja de chocolate,” por Gary Shogren, Ph.D., Profesor de Nuevo Testamento, Seminario ESEPA, San José, Costa Rica

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